La Cruzada del Santo Rosario por la Paz es uno de los principales apostolados de la Corporación Santa María de la Paz. Nació en Medellín el 12 de junio de 1999, día del Inmaculado Corazón

Gregorio IX, al que le unió gran amistad, lo canonizó el 3 de julio de 1234. Según se cuenta, manifestó en su entorno: «No dudo más de su santidad que de la de los apóstoles Pedro y Pablo». Nació hacia 1170 en Caleruega, Burgos, España. Félix de Guzmán, su padre, fue proclamado venerable por la Iglesia y Juana de Aza, su madre, beata. Sus hermanos siguieron sus pasos. Antonio es venerable y Manés beato. En este hogar las virtudes evangélicas eran alimento de cada día. Parece que Juana hallándose encinta tuvo un sueño en el que se le anticipaba la gloria que Domingo daría a la Iglesia con su predicación, iluminando la tierra, fulgor que apreció su madrina cuando el niño ya había nacido. Sendas visiones alegóricas confluyeron en la misma idea.
Un tío materno, arcipreste, le instruyó en Gumiel de Izán. Después, prosiguió estudios en Palencia. Experimentaba una sed insaciable de profundizar en la Sagrada Escritura, y el anhelo de encarnar las virtudes que en ella aprendía. Estudiaba intensamente, restándole horas al sueño. Su piedad y caridad se hicieron manifiestas cuando el hambre asoló gran parte de España cebándose también en Palencia. Para socorrer a los damnificados se desprendió de los textos sagrados. Repartía entre los pobres su dinero y enseres guiado por esta idea: «No quiero estudiar sobre pieles muertas, y que los hombres mueran de hambre». Al ver este edificante testimonio, otros le secundaron. La oración, que fue canon de su vida, le condujo a las altas cimas de la mística. Abrasado de amor divino, no podía evitar proferir en voz alta exclamaciones que brotaban de lo más íntimo de su ser. Suplicaba a Cristo fervientemente que le concediese la gracia de la caridad y, junto a ella, la apostólica; estaba persuadido de que el auténtico seguidor del Maestro siente arder dentro de sí la llamada a compartir la fe sin descanso; su pasión es llevar a todos hacia Él. Esta es la garantía de autenticidad, el sello que caracteriza a sus genuinos discípulos.
El obispo de Osma, Martín de Bazán, estaba al tanto de la grandeza y fidelidad de este joven, lleno de alegría y buen humor, cuyo horizonte era Cristo, y lo designó canónigo regular. Fue también sacristán del cabildo y subprior. Pero no se dejó tentar por la fama, el poder y prestigio. Su único anhelo era cumplir la voluntad de Dios y servir al prójimo. En 1202 acompañó al nuevo prelado y amigo suyo, Diego de Acebes, en una misión diplomática al sur de Francia confiada por el rey Alfonso VIII. Entonces constató la peligrosa hegemonía de los herejes y una dolorosa presencia de los alejados de la fe. En Toulouse llevado de gran celo apostólico entabló una discusión con el propietario de la hospedería durante una noche entera hasta que logró atraerlo a la verdad.