Peregrinación a Yarumal - 19 de mayo 2024
«No temas, ¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿no soy yo tu salvación? ¿No estás por ventura en mí regazo?
Mayo es el mes mariano por excelencia y también el mes de las madres. La Corporación Santa María de la Paz, los invita para que este 19 de mayo hagamos juntos el más bello homenaje a la Excelsa Madre de Dios, nuestra reina celestial en la gran peregrinación al municipio de Yarumal Antioquia.
Juntos vivamos el más solemne acto mariano, santa misa, santo rosario, coronación de la virgen y besa manos a ella, consagración y entrega de obsequios espirituales a la llena de gracia.
Será un día lleno de bendiciones y gratitud para aquella que nos Dio a Jesús como el más grande regalo. Celebremos, además, las bodas de Plata de la Basílica de Nuestra Señora de las Mercedes y el cumpleaños de Yarumal, la estrella del norte.
Disfrutemos de sus paisajes, su gente, su profunda religiosidad y su cultura.
Incluye: transporte en bus de turismo, póliza médica, alimentación, sacerdote acompañante, guías de la corporación.
Que mayo florido sea para festejar a nuestra madre, regalémosle la alegría de sabernos cobijados bajo su manto.
Sí nuestra madre es tan hermosa ¿cómo será la belleza de Dios?
Te esperamos. Pide tu tiquete en el 604 403 6910 o en el whatsApp 305 429 1510, no te la puedes perder.
Sobre nuestras peregrinaciones
Historia de las peregrinaciones
A continuación presentamos una reseña de la historia de las peregrinaciones:
El signo del santuario nos atestigua que no estamos hechos para vivir y morir, sino para vivir y derrotar a la muerte con la victoria de Cristo. En consecuencia, la comunidad que celebra a su Dios en el santuario recuerda que es Iglesia peregrina hacia la Patria prometida, en estado de continua conversión y de renovación. El santuario presente no es el punto último de llegada. Experimentando en él el amor de Dios, los creyentes reconocen que no han llegado aún; al contrario, sienten mucho más fuerte la nostalgia de la Jerusalén celestial, el deseo del cielo. Así los santuarios nos ayudan a reconocer, por una parte, la santidad de aquellos a los que están dedicados y, por otra, nuestra condición de pecadores que debemos comenzar cada día de nuevo la peregrinación hacia la gracia. De este modo, nos ayudan a descubrir que la Iglesia «es santa y está a la vez siempre necesitada de purificación» (51), porque sus miembros son pecadores.
La Palabra de Dios nos ayuda a mantener vivo este llamamiento, especialmente a través de la crítica que hacen los profetas al santuario que se ha reducido a lugar de ritualismo vacío: «¿Quién ha solicitado de vosotros que vengáis a pisar mis atrios? No sigáis trayendo oblaciones vanas: el humo del incienso me resulta detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero falsedad y solemnidad… Desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda» (Is 1,12-17). Sacrificio agradable a Dios es el corazón contrito y humillado (cf. Sal 51,19-21). Como afirma Jesús: «No todo el que me diga: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21).
La continua conversión es inseparable del anuncio del horizonte hacia el cual se proyecta la esperanza teologal. Cada vez que la comunidad de los creyentes se reúne en el santuario, lo hace para recordar a sí misma otro santuario: la ciudad futura, la morada de Dios que queremos comenzar a construir ya en este mundo y que no podemos dejar de desear, llenos de esperanza y conscientes de nuestros límites, comprometidos a preparar lo más posible la llegada del Reino. El misterio del santuario recuerda, pues, a la Iglesia peregrina en la tierra, su condición de precariedad, el hecho de que está encaminada hacia una meta más grande, la patria futura, que llena el corazón de esperanza y paz. Este estímulo a la constante conversión en la esperanza, este testimonio de la primacía del Reino de Dios, del que la Iglesia es inicio y primicia, deberán promoverse con particular esmero en la acción pastoral de los santuarios, al servicio del crecimiento de la comunidad y de cada uno de los creyentes.